pwerling
5 Σεπτέμβριος 2024
Al llegar por la tarde nos indicaron que el hotel estaba bastante ocupado, y vimos en la recepción que tenían una hoja impresa con los platos disponibles para cenar, con una cantidad bastante limitada de opciones. Aun así, y como veníamos cansados llegando desde El Salvador, decidimos cenar en el restaurante del mismo hotel. Cuando luego de dejar nuestras cosas en las habitaciones bajamos a cenar al restaurante que se ubica en el segundo piso, y a pesar de lo que nos dijeron antes, encontramos que había muy poca gente. Sólo cuando fuimos probando los platos, nos dimos cuenta de cual podía ser la causa. Quienes pedimos como primer plato el consomé coincidimos en que estaba muy salado, al punto que no nos lo pudimos comer todo. Tampoco nos fue muy bien con el segundo plato, que era un tallarín salteado muy mal hecho, ya que, en lugar de estar salteados juntos todos los ingredientes, parecía que la carne la habían hecho aparte mucho antes, dura y seca, picada en cubitos, nada que ver con el plato original. El peor que he comido. Por esto creo que los demás pasajeros buscaron otras opciones. Finalmente, y respecto de las habitaciones, que eran las características de los hoteles Diego de Almagro, espaciosas, el escritorio estaba sucio, grasiento, como con manos marcadas, y al mover el velador para poder conectar el cargador del celular, me encontré con la desagradable sorpresa de que había uñas recortadas tiradas en el piso. Por lo visto el aseo a fondo tampoco es lo suyo. Por suerte la cama si estaba limpia. Al otro día, el desayuno buffet se servía a partir de las 6:30, y en este no había ningún dulce, la alternativa era mermelada para el pan, y que cuando quise pedir huevos revueltos, la persona que atendía para poder pedírselos se fue a otro lado y después no apareció, tuvimos luego que irnos.
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